Análisis de The Legend of Zelda: Breath of the Wild
Actualizado: 25 may 2019
Hyrule nos necesita más que nunca. Ahora no es que tengamos que salvar el reino, sino que ya fue invadido por Ganon en el cataclisimo, y debemos rescatar a Zelda para poder derrotar a nuestro eterno enemigo y así devolver la paz a Hyrule. Nos encontraremos tanto peligros como hermosos paisajes en un enorme y precioso mundo abierto lleno hasta los topes de acontecimientos, encuentros y cosas que hacer.
Puedo decir que estoy ante el análisis más difícil que he podido escribir hasta hoy. Tampoco he escrito tantos, pero unos cuántos los llevo a mis espaldas. Y es que no sabría por donde empezar ni donde acabar ni qué partes contar y cuáles no. Y no es porque tenga opiniones dispares sobre The Legend of Zelda: Breath of the Wild, más bien al contrario. Sí, lo digo ya, está entre los mejores videojuegos jamás creados en la historia, sin duda alguna.
Comenzando por lo básico. Es un juego de mundo abierto y de aventuras con matices de Action-RPG. Como dije en la introducción, la historia cuenta que Ganon vuelve cada cierto tiempo para desolar Hyrule, y en esta ocasión ha conseguido vencer al Elegido (que da la casualidad que es Link). Sin embargo, Link no muere, sino que descansa durante 100 años y vuelve sin recordar nada. Tras varios sucesos, se entera de que debe salvar a Hyrule y a la princesa Zelda. Y ya os aviso de que lo importante no está en esto que acabo de contaros. Lo bueno está en TODO el juego entero: en la exploración, el diseño, los personajes, el paisaje. Si tuviera algo que destacar en forma general no es esa historia que habéis leído renglones arriba, sino el viaje que tomaremos para poder culminarla. Y hablo de un viaje que desearía olvidar para volver a disfrutarlo como el primer día una y otra vez.
El mayor problema quizá sea la historia. La historia en sí está muy bien, pero no está cargada de cinemáticas ni muchos grandes momentos como podríamos esperar al ver el tráiler. Después de terminar el prólogo, el juego nos ofrece la opción de ir directamente a por Ganon y pasarnos el juego, tal cual. Claro está que es un reto muy difícil, por lo que podemos ir a liberar las cuatro bestias divinas para que nos echen una mano en nuestro combate final (y de paso vamos consiguiendo mejor equipamiento, más corazones y mayor resistencia). Tras una épica introducción, los momentos cumbre de cada una de las bestias divinas son geniales, donde hablas con los cuatro Elegidos (quienes pilotan dichas bestias divinas), pero tristemente no duran demasiado (y hay que sumarle la dificultad que no es demasiado elevada, aunque en algunas ocasiones hay que darle un poco al coco).
Por el mundo nos podemos encontrar recuerdos, y hay hasta doce. Es lo que sucedió antes del gran cataclismo y tiene como protagonistas a Link y a Zelda, y son auténticos momentazos. La imagen de portada de este análisis pertenece a uno de esos recuerdos, y se me pone la piel de gallina de ta solo recordarlo. Lo malo es que son muy breves y solo son doce, y encima te los puedes encontrar desordenados. Y lo peor es el final. No es un mal final, pero no es tan épico como uno esperaría después de esa gran historia que lo precede. Es la única pega que le pondría a The Legend of Zelda: Breath of the Wild.
Y aquí llega lo difícil: hablar de lo bueno. Es todo lo que aún no he comentado. Para mí, no falla en ningún aspecto. Hablando por ejemplo de la exploración, el mundo es enorme, pero no es eso lo que destaco del mapa. Hay muchos juegos con mundos exageradamente enormes, pero ninguno es como el de este título. En The Legend of Zelda: Breath of the Wild nos encontramos en el mundo más orgánico y vivo jamás creado. Lo han diseñado rincón a rincón, de modo que no hay 50 metros cuadrados donde no haya algo interesante. No hablamos solo de aldeas, que no hay tantísimas, sino de los 120 santuarios, las torres, los 900 kologs... En el caso de los santuarios y los kologs, al ver ese número uno podría pensar que es una tarea repetitiva completarlos todos. No es así, ya que el juego posee una jugabilidad que nunca cansa. Puedes pasarte el día explorando cada rincón, levantando cada piedra sospechosa, escalando cada árbol ligeramente más alto que el resto... porque todo está diseñado y pensando con muchísimo cariño. Los santuarios son breves pero con un diseño impecable, haciendo que nunca se hagan demasiado pesados ya que casi todos tienen puzles distintos entre sí.
La cantidad de animales que hay y que te los encuentras de forma muy natural en todos lados, los insectos ocultos en la hierba alta que podemos cortar con nuestras armas y pillarlos, los enemigos en sus campamentos haciendo sus cosas... Y éstas son solo algunas de las muestras de atención al detalle que posee The Legend of Zelda: Breath of the Wild. Por ejemplo, el detallito de que según el material del que estén hechos la espada y el escudo que portamos en ese momento en nuestra espalda, al correr, ambos objetos chocan brevemente al dar cada paso y el sonido cambia en función del material (al igual que si es de madera arderá al tocar fuego o en terrenos muy calientes o si es de metal atraerá a los rayos). Y este tipo de pequeños detalles nos podemos encontrar durante toda nuestra aventura.
Hay muchísimos objetos. Tenemos muchas armas a las que recurrir, muchos escudos, arcos y tipos de flecha. No podemos olvidarnos de las armaduras, que al portar sets completos nos otorgarán algún efecto especial (mayor ataque, por ejemplo). Y también hay que mencionar los materiales... Eso es un mundo entero. Hay muchísimos comestibles para hacer varias recetas que sirven para regenerar vida, resistencia, darnos fuerza, defensa, resistencia al rayo, al fuego, mayor sigilo, etc.
Los NPCs que encontramos en las aldeas (también fuera de ellas) siempre nos dan información útil. Son personajes únicos y nunca se repiten, prueba más del trabajo que tiene detrás este juego. Nos pueden dar recetas, ofrecer misiones secundarias, nos dan algún objeto, información sobre alguna localización u otros personajes (o incluso de la propia historia). De hecho, las misiones secundarias son geniales. ¿Sabéis de estos títulos RPG donde cada misión secundaria es ir a un lugar, hacer algo muy concreto y volver, y encima esa misma misión se repite en más de una (y de dos) ocasión? Pues aquí no pasa eso. Hay muchas misiones secundarias (otras son una especie de acertijos para encontrar más santuarios) y todas son únicas y muy especiales.
El combate de The Legend of Zelda: Breath of the Wild es simplemente una exquisitez. Las mecánicas de esquive y fijación, los contraataques con el escudo, el disparo con arco... A lo bien llevado que esta el combate le sumamos la cantidad de armas que hay (pudiendo ser espadas, bumeranes, hachas, espadones grandes, lanzas, etc) y las animaciones para cada una... No hay enemigo o campamento que me salte. Además, la piedra sheikah nos permite hacer aún más divertidos los combates llevando un objeto de metal con el imán y golpeando a los enemigos con él o paralizándolos, por ejemplo. Y los combates contra los jefes son geniales (y por supuesto contra los Centauros que nos encontramos en lugares concretos de Hyrule y los guardianes).
Y bueno, podría decir muchísimas cosas más sobre The Legend of Zelda: Breath of the Wild, y todas positivas. Sé que no he hablado de la deliciosa banda sonora del juego, ni de muchas mecánicas como el poder escalar casi cualquier superficie vertical, la paravela, la monta a caballo, y un largo etcétera. Pero, ¿sabéis qué? Lo que escrito es más que suficiente para hacer ver a los que han jugado que este juego es una sensación de descubrimiento y verdadera aventura irrepetible. Y para los que no han jugado aún, descubrid todo lo que no he dicho (que no es poco) y olvidad lo que habéis leído, sumergiros en Hyrule y desead que vuestro viaje no termine nunca. Sin duda, para mí es el mejor The Legend of Zelda de la historia y posiblemente el mejor videojuego de la historia.
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